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Las dos caras del Presupuesto. Ficción dramatizada.

12-11-20

Escrito por Nono Zamora

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Estamos en tiempos de elaborar el presupuesto en nuestra empresa. A continuación te presentamos dos versiones dramatizadas de cómo vivir ese proceso. ¿Con cuál te quedas?

1. PRESUPUESTO:

Como cada otoño, es tiempo de Presupuestos. Las empresas se retuercen. La persona o personas que elaboran el presupuesto (siempre hay una persona detrás, no lo olvidéis) mutan en seres malignos. Los pasillos se vacían a su paso. Nadie toma café con ellos.

En ventas, compras, operaciones, marketing, mantenimiento, recursos humanos, … se cruzan miradas. Entienden porqué el Excel está compuesto de celdas. Cumplen su condena particular.  También surge el dilema del prisionero… “¿qué habrá puesto este/a?”, “a mi que no me toquen”, luego más tarde “ese euro era mío …”,… “así no se puede…”

Todo huele a Presupuesto: el cambio de hora, Halloween,  los primeros fríos, las hojas caídas en la calle, la primera nevada en la Sierra, …, la luz aún encendida del ser maligno cuando salgo de la oficina después de echar una mala tarde entregando mi última versión del presupuesto…

 

2. PRESUPUESTO:

¡Llega esa época del año en la que compartimos dónde estamos! Solemos hacer un ejercicio de imaginarnos lo que queremos hacer el año que viene. Luego, cuando lo compartimos con el resto de colegas de distintos departamentos de la empresa, lo enriquecemos. Siempre sale algo distinto a lo que imaginábamos, pero finalmente celebramos esa visión compartida.

Es una aventura hacer el presupuesto. Un ameno viaje al futuro. No siempre se acierta, la coyuntura es extraña, la situación por la que estamos pasando no la hemos vivido antes. Aun así, es un ejercicio necesario para guiar nuestros pasos y tener la capacidad de observar luego desviaciones y corregir el rumbo. Guau, ¡se siente uno/a más empresa!

Por cierto, qué maravilloso trabajo y qué virtuosismo el de ese ser que elabora el presupuesto. Qué arte ese el de juntar lo queremos ser y hacer en los próximos meses. ¡Qué crack!